viernes, 10 de julio de 2015

DRAMA PASIONAL EN LA RESERVA ECOLÓGICA COSTANERA SUR.


 

           Una de las evidencias de que el avance en la igualdad de los gèneros no llegò a la ornitología es el caso de la hembra del frutero negro ( desde ahora “ la frutera”, para decirlo en forma políticamente correcta).

            Si leemos su descripción en la biblia de los pajaròlogos ( Narosky e Izurieta, pàgina 260) nos encontraremos con la siguiente definición: “màs uniforme que la hembra del frutero coronado”.  Se hace una definición por comparación con una congènere de otra especie sin ninguna referencia a sus cualidades intrìnsecas.

            Tampoco “la frutera”  fue agraciada con su nombre: frutero negro hembra o hembra de frutero negro,  ya que el color de su plumaje està muy lejos de ser negro. Tanto que a los observadores de aves principiantes jamàs se les ocurrirìa que esa belleza rufa, si se quiere “uniforme”, podrìa identificarse con la denominación de “negro”.   Es bien sabido que algunas denominaciones se hacen para confundir a observadores sin experiencia, pero este caso es el colmo, ya que si leemos su nombre en inglès: white-lined tanager ( tanager con lìnea blanca, o algo asì) menos se nos ocurrirìa que hace referencia a “la frutera”.  La ùnica denominación que le hace justicia es la cientìfica: TACHYPONUS  rufus, pero es archiconocido que los principiantes y la gente, en general, no sabe ni utiliza las denominaciones cientìficas. Es por ello que “ la frutera” debe adoptar la denominación del macho y adherirse al ejèrcito de hembras que cargan con el “de ….”  posesivo,  perdiendo parte de su propia identidad.

            Pero el caso es paradigmàtico no sòlo por lo ya expuesto. Todos conocen que en la distribución de la belleza el creador de los pàjaros, a diferencia del de los humanos, la otorgò en mayor medida a los machos que a las hembras, justamente para darles màs armas para la conquista de las mismas, entre otras razones.  Pero “la frutera” es una de las normales excepciones a las reglas.  A nuestro gusto, esta hermosa damisela rufa es a todas luces màs atractiva que los negros machos de los cuales toma su nombre.

            A esta altura ustedes se preguntaràn a què viene toda esta perorata, que tiene que ver con el tìtulo: “Drama pasional en la RECS “.   En realidad estamos presentando a los personajes del drama:  una atractiva hembra de frutero negro ( rufa ella) y dos machos de la misma especie ( bien negros ellos, aunque con el maxilar inferior claro y algunas partes del plumaje blancas, como para justificar su nombre inglès).  Presentados los personajes… he aquì la historia.

            Eran cerca de 17.30 Hs. del dìa de la patria y estàbamos dirigièndonos a la salida de Viamonte cuando en el ceibo de la placita cercana al rìo nuestra damisela en cuestión exhibìa “sus encantos de mujer” parada en una ramita ( recuerden que muchos observadores somos tangueros). 

            Coqueteò unos instantes con el fotògrafo pero fue esquiva en el momento de concretar, saltando de una ramita a otra, impidiendo el foco adecuado para el logro de una buena imagen.

            Cuando el fotògrafo intentò acercarse, màs esquiva aùn, sabiendo de su belleza, volò cruzando la calle hacia otro ceibo.  Sin hesitar la siguieron dos de los tres machos de su especie que la rodeaban y, seguro, cortejaban, lanzàndose al unìsono sobre ella, trabados en violento combate.  Vocalizaciones, alas batidas y entremezcladas se ofrecìan a la vista de los observadores.

            Todo sucedìo en un instante, tan fugaz que el hecho fue visible a los ojos humanos pero imposible de focalizar para la càmara.

            Al terminar la trifulca “la frutera” se quedò parada  en una rama del segundo ceibo y los dos machos, muy excitados. Sobre todo uno de ellos, que abrìa exageradamente su cola en abanico unos metros màs abajo, en la parte baja de los àrboles, saltando de rama en rama, con algunas plumas en su pico.

            Sin saber aquello que después descubriríamos con la ayuda de un circunstancial paseante retomamos nuestro objetivo de fotografiar a “la frutera”.  Nos acercamos lentamente para no asustarla y vimos que la damisela estaba inmóvil, como shokeada.  Ya no coqueteaba con el fotògrafo ni se mostraba esquiva.  Exhibìa su imagen de “mujer vencida”  sin ningún pudor.  La càmara pasaba de las manos de uno a otra y de otra a uno (fotògrafa y fotògrafo usaban la misma càmara) sin que “la frutera”  mostrara intenciones de irse.  Como siempre pasa, màs en un feriado, la gente  ve a otros sacando fotos y se acerca a mirar y sacar fotos tambièn  -aunque no sepa bien que mira y a que le saca-.   La pasividad de “la frutera” era extraña.  El circunstancial paseante ( que estaba junto a una mujer que bautizò a nuestra heroína como “federal”, quitàndole lo que le quedaba de su identidad) observando màs atentamente que los pretendidos observadores descubriò la posible causa: “- le falta un ojo”.   Y algo asì era.   Si bien no le faltaba el ojo, al mirar detenidamente con el binocular pudimos observar el ojo cerrado y una zona cercana al mismo con el plumaje faltante.  La violenta lucha de los dos machos habìa generado una nueva vìctima de la violencia de gènero y del picotazo fácil.

            Otra vez una hembra, partìcipe de un triàngulo amoroso, era victimizada por los machos, como Estercita, como Mimì, como Ninòn, “igual que en un tango”, igual que entre los humanos.

            Serà que de tanto estar con la gente en la RECS los pàjaros se apropiaron de la manera  de algunos humanos de resolver los conflictos?.  Es una pregunta que nos queda sin responder.

            A todo èsto el primer fotògrafo seguìa sacando fotos tratando de documentar

el suceso.  Mientras cumplìa con su cometido pensaba en el comportamiento de “la frutera”. La veìa en la ramita del primer ceibo, recorrièndola gracilmente, esquivando una y otra vez el foco, como aseguràndole que si querìa llevarse una buena foto  de semejante belleza tendrìa que trabajar mucho.  La veìa ahora, dolorida, asustada, quedàndose en la rama del segundo ceibo como buscando la contenciòn del fotògrafo que, a esta altura, ya habìa ganado su confianza y al que habìa permitido acercarse y capturar su imagen.

            En tanto la fotògrafa, màs realista, ubicàndose en el lugar de “la frutera” estimaba distintos sus pensamientos: “encima que estos dos energùmenos se pelean por mì y me lastiman tengo que aguantar a todos los fotògrafos que quieren llevarse imàgenes de mi sufrimiento y mi cara golpeada, seguro que para publicar en la secciòn de chimentos del blog del COARECS”.

            Enfrascados en estas cavilaciones  ambos fotògrafos se acercaron demasiado.  “La frutera” se irguiò en su rama, recuperò su dignidad y volò hacia un lugar màs alejado, rufa ella en todo su esplendor, provocando nuestro alivio.

            Finalmente, para ilustrar este relato, vayan una foto de nuestra frutera;  hembra condenada por los ornitòlogos a utilizar un nombre vulgar màs apropiado para los machos de su especie y convertida por algunos de èstos en vìctima de la violencia de gènero y del picotazo fácil.

            Cualquier semejanza con la realidad de los humanos…………………………

C y T

 

 

 

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