Una
de las evidencias de que el avance en la igualdad de los gèneros no llegò a la
ornitología es el caso de la hembra del frutero negro ( desde ahora “ la
frutera”, para decirlo en forma políticamente correcta).
Si
leemos su descripción en la biblia de los pajaròlogos ( Narosky e Izurieta,
pàgina 260) nos encontraremos con la siguiente definición: “màs uniforme que la
hembra del frutero coronado”. Se hace
una definición por comparación con una congènere de otra especie sin ninguna
referencia a sus cualidades intrìnsecas.
Tampoco
“la frutera” fue agraciada con su
nombre: frutero negro hembra o hembra de frutero negro, ya que el color de su plumaje està muy lejos
de ser negro. Tanto que a los observadores de aves principiantes jamàs se les
ocurrirìa que esa belleza rufa, si se quiere “uniforme”, podrìa identificarse
con la denominación de “negro”. Es bien
sabido que algunas denominaciones se hacen para confundir a observadores sin
experiencia, pero este caso es el colmo, ya que si leemos su nombre en inglès:
white-lined tanager ( tanager con lìnea blanca, o algo asì) menos se nos
ocurrirìa que hace referencia a “la frutera”.
La ùnica denominación que le hace justicia es la cientìfica: TACHYPONUS rufus, pero es archiconocido que los
principiantes y la gente, en general, no sabe ni utiliza las denominaciones
cientìficas. Es por ello que “ la frutera” debe adoptar la denominación del
macho y adherirse al ejèrcito de hembras que cargan con el “de ….” posesivo,
perdiendo parte de su propia identidad.
Pero
el caso es paradigmàtico no sòlo por lo ya expuesto. Todos conocen que en la
distribución de la belleza el creador de los pàjaros, a diferencia del de los
humanos, la otorgò en mayor medida a los machos que a las hembras, justamente
para darles màs armas para la conquista de las mismas, entre otras
razones. Pero “la frutera” es una de las
normales excepciones a las reglas. A
nuestro gusto, esta hermosa damisela rufa es a todas luces màs atractiva que
los negros machos de los cuales toma su nombre.
A
esta altura ustedes se preguntaràn a què viene toda esta perorata, que tiene
que ver con el tìtulo: “Drama pasional en la RECS “. En realidad estamos presentando a los
personajes del drama: una atractiva
hembra de frutero negro ( rufa ella) y dos machos de la misma especie ( bien
negros ellos, aunque con el maxilar inferior claro y algunas partes del plumaje
blancas, como para justificar su nombre inglès). Presentados los personajes… he aquì la
historia.
Eran
cerca de 17.30 Hs. del dìa de la patria y estàbamos dirigièndonos a la salida
de Viamonte cuando en el ceibo de la placita cercana al rìo nuestra damisela en
cuestión exhibìa “sus encantos de mujer” parada en una ramita ( recuerden que
muchos observadores somos tangueros).
Coqueteò
unos instantes con el fotògrafo pero fue esquiva en el momento de concretar,
saltando de una ramita a otra, impidiendo el foco adecuado para el logro de una
buena imagen.
Cuando
el fotògrafo intentò acercarse, màs esquiva aùn, sabiendo de su belleza, volò
cruzando la calle hacia otro ceibo. Sin
hesitar la siguieron dos de los tres machos de su especie que la rodeaban y,
seguro, cortejaban, lanzàndose al unìsono sobre ella, trabados en violento
combate. Vocalizaciones, alas batidas y
entremezcladas se ofrecìan a la vista de los observadores.
Todo
sucedìo en un instante, tan fugaz que el hecho fue visible a los ojos humanos
pero imposible de focalizar para la càmara.
Al
terminar la trifulca “la frutera” se quedò parada en una rama del segundo ceibo y los dos
machos, muy excitados. Sobre todo uno de ellos, que abrìa exageradamente su
cola en abanico unos metros màs abajo, en la parte baja de los àrboles,
saltando de rama en rama, con algunas plumas en su pico.
Sin
saber aquello que después descubriríamos con la ayuda de un circunstancial
paseante retomamos nuestro objetivo de fotografiar a “la frutera”. Nos acercamos lentamente para no asustarla y
vimos que la damisela estaba inmóvil, como shokeada. Ya no coqueteaba con el fotògrafo ni se
mostraba esquiva. Exhibìa su imagen de
“mujer vencida” sin ningún pudor. La càmara pasaba de las manos de uno a otra y
de otra a uno (fotògrafa y fotògrafo usaban la misma càmara) sin que “la
frutera” mostrara intenciones de
irse. Como siempre pasa, màs en un
feriado, la gente ve a otros sacando
fotos y se acerca a mirar y sacar fotos tambièn
-aunque no sepa bien que mira y a que le saca-. La pasividad de “la frutera” era
extraña. El circunstancial paseante (
que estaba junto a una mujer que bautizò a nuestra heroína como “federal”,
quitàndole lo que le quedaba de su identidad) observando màs atentamente que
los pretendidos observadores descubriò la posible causa: “- le falta un
ojo”. Y algo asì era. Si bien no le faltaba el ojo, al mirar
detenidamente con el binocular pudimos observar el ojo cerrado y una zona
cercana al mismo con el plumaje faltante.
La violenta lucha de los dos machos habìa generado una nueva vìctima de
la violencia de gènero y del picotazo fácil.
Otra
vez una hembra, partìcipe de un triàngulo amoroso, era victimizada por los
machos, como Estercita, como Mimì, como Ninòn, “igual que en un tango”, igual
que entre los humanos.
Serà
que de tanto estar con la gente en la RECS los pàjaros se apropiaron de la
manera de algunos humanos de resolver
los conflictos?. Es una pregunta que nos
queda sin responder.
A
todo èsto el primer fotògrafo seguìa sacando fotos tratando de documentar
el suceso.
Mientras cumplìa con su cometido pensaba en el comportamiento de “la
frutera”. La veìa en la ramita del primer ceibo, recorrièndola gracilmente,
esquivando una y otra vez el foco, como aseguràndole que si querìa llevarse una
buena foto de semejante belleza tendrìa
que trabajar mucho. La veìa ahora,
dolorida, asustada, quedàndose en la rama del segundo ceibo como buscando la
contenciòn del fotògrafo que, a esta altura, ya habìa ganado su confianza y al
que habìa permitido acercarse y capturar su imagen.
En
tanto la fotògrafa, màs realista, ubicàndose en el lugar de “la frutera”
estimaba distintos sus pensamientos: “encima que estos dos energùmenos se
pelean por mì y me lastiman tengo que aguantar a todos los fotògrafos que
quieren llevarse imàgenes de mi sufrimiento y mi cara golpeada, seguro que para
publicar en la secciòn de chimentos del blog del COARECS”.
Enfrascados
en estas cavilaciones ambos fotògrafos
se acercaron demasiado. “La frutera” se
irguiò en su rama, recuperò su dignidad y volò hacia un lugar màs alejado, rufa
ella en todo su esplendor, provocando nuestro alivio.
Finalmente,
para ilustrar este relato, vayan una foto de nuestra frutera; hembra
condenada por los ornitòlogos a utilizar un nombre vulgar màs apropiado para
los machos de su especie y convertida por algunos de èstos en vìctima de la
violencia de gènero y del picotazo fácil.
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